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Revista electrónica 24 de Marzo del 2015 Vol. 5 |
Iliana Rodríguez
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
iliana.rodriguez@uacm.edu.mx
Chai
A la derecha: maquillaje
minimalista, pelo
planchado, tableta, chai.
Sin señas particulares.
Sin más señas
particulares que ser ella misma
en este café estilo lounge.
Nadie sabe dónde se le vio la última vez.
Se extravió en este sitio
tomando un chai.
(Los sitios son virtuales.)
O nadie la mira y ella
tampoco mira.
Navega sin llegar a buen puerto.
Aquí no hay puertos.
Si acaso,
alguna puerta vigilada.
***
Un valle
Indicios de un valle
en la ciudad.
Desde la presencia de estos grises:
los hipotéticos huizaches,
los plausibles ahuehuetes.
Laguna —como su epíteto—
y, desde luego, los volcanes
—como en una crónica.
Esta conjetura de paisaje,
sin duda,
se quebranta:
en la destemplanza de cristales,
en el concreto desarmado.
Estos grises,
donde una vez,
en otro tiempo,
un valle.
***
Rompecabezas
Piezas ceñidas en un rompecabezas:
en un cruce.
No los rostros: las intenciones
de siluetas.
Las hormigas.
Ellos —¿quiénes?—
me invaden espacios,
intersticios.
Bocacalle en mis entrañas.
***
Ojos de perro
Sus ojos se abren hiperbólicos.
Sus ojos: carne lustrosa en blanco y negro.
Acaso en lágrimas,
lágrimas solo para humectar
ojos de perro
en la mitad de una avenida.
En tropel.
Los proyectiles.
Los ojos del perro.
De manera inverosímil.
Cruza.
Ojos de perro
vivo.
Observan a mansalva.
***
Charco
En una calle miro un charco.
En el charco miro un cielo,
sus claras nubes, un árbol noble.
El pájaro de sombra
surca las profundidades.
Observo el charco.
Espero, espero. Y no entiendo:
este espejo no quiere abrirse.
Aunque más allá de sus umbrales
atisbo un país de maravillas,
aún sigo aquí:
en esta calle polvorienta,
llena de cascajo
y polvo.
***
Árboles en esta calle
Rumoran sus palabras minerales
en el blanco camino de los cielos.
Perfumados consejos se susurran.
Efímeros sus dichos, como flores.
¿Lanzarán sus preguntas con sus hojas?
¿Leerán en la bóveda el destino?
¿Moverán en las frondas venturosas
los astros como frutos en sus ramas?
(¿Les dolerán los pies en el asfalto?)
(¿Los turbará el barullo de su calle?)
***
La calle, el polvo y las flores
Se despojan las flores de su aroma,
los muros rememoran desde grises:
es la hora más oscura del silencio.
(En esta calle inmóvil,
estatua me volví de polvo.)
Regálame una vez
los húmedos conjuros.
Obséquiame un perfume
que florezca desde el fondo de la noche.
(¿En esta sorda calle
se escucharán las voces de las flores?)
***
Todo brilla
En el cielo oscuro todo brilla.
No hay calma en esta inmensidad.
Se abren las grandes aguas,
los torrentes estelares fluyen.
Y el silencio
roto
se cierne sobre mí.
Las sombras se colman
de suntuosa luz.
***
El alambre
Pájaros en la cornisa. El eucalipto rumoreaba.
Temprano, tras los cristales.
Un pájaro se enredó.
Parecía un petirrojo
en el alambre.
Luchó. La mujer trató de liberarlo.
Habitante de un tercer piso,
ella luchó por el pájaro la mañana entera.
Luchó la tarde entera.
A la caída del sol, olió las sombras.
Los estertores.
Lloró la noche entera.
La vida entera
oyendo los pájaros en la cornisa.
Ahora el martirio
de un ave
preciosa, como llamas.
***
Beber la sangre
Limpié tu sangre del suelo,
la del charco que quedó cuando caíste.
¿O me bebí tu sangre, como un vampiro?
Me vestí de sombras
con tu sombra.
Una capa
para esconderme en las tinieblas.
Sobre mi rostro
puse
tu cerrado rostro:
máscara mortuoria
para mirarme en los espejos.
Quise ser como tú o ser tú.
Y no fui más que yo:
yo sin ti,
sin tu sangre, sin tu sombra, sin un rostro.
Yo sin ti:
el vacío
en medio de la nada.
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