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La ironía y el ritual en la obra de Alfred Schnittke: recuperando el imaginario cultural y la ilusión de la “música clásica” Emilia Ismael Simental

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de la entonces Unión Soviética. Su condición como artista marginal y miembro representati­vo del underground artístico soviético, por encontrarse continuamente en tensión con el régimen,  propició aun más la lectura de su obra como manifestación de desobediencia política desde el ámbito cultural.  Sin embargo, en un análisis crítico cultural de su Cantata Fausto (1983) no sólo en términos composicionales sino de performatividad y performance, en el marco del ejercicio artístico del compositor, el discurso musical parece ir más allá del choque o yuxtaposición de símbolos culturales polarizados como postura de resistencia. Aunque a veces parecieran obvias las paráfrasis musicales del conflicto entre lo bueno y lo malo, lo oficial y el tabú, las ambigüedades estéticas e interpretativas, es decir, la ironía generada en la performatividad de la obra como acto creativo y la dimensión ritual de su primer performance, revelan niveles más complejos de desplazamiento de significados y de negociación cultural y política.

     El propósito del presente texto es, en primer lugar, exponer a través del caso de la ac­tividad artística musical en Rusia y la desaparecida urss cómo el canon musical occidental, comúnmente llamado música clásica, se convierte en una hiper realidad sin referentes que vacía a la producción musical artística  de su capacidad política; y luego, mostrar cómo la obra de Alfred Schnittke, en su dimensión performativa, genera una desestabilización cultural a través del uso de la ironía como una humillación estética que silencia la autori­dad de la representación oficial para reactivar el imaginario cultural y político. A la luz de la noción de simulacro de Jean Baudrillard, el careo entre lo bueno y lo malo en el discurso musical va más allá de la iluminación de dicotomías políticas y económicas entre lo público y lo privado, lo noble y lo vulgar, lo oficial y lo prohibido, para evidenciar los mecanismos político-culturales que sostienen dicha realidad y sus dicotomías explicativas. La negocia­ción entre distintas formas de la alta cultura musical y expresiones populares occidentales, a través de la ironía como ambigüedad interpretativa, disloca en la obra de Schnittke los mecanismos de representación y significación cultural de la tradición de la música clásica en la que supuestamente se inserta, revelando así su operación como una realidad simu­lada que no sólo produce su propio estatuto privilegiado sino también antagonismos cul­turales. La dislocación de este simulacro, intentaré concluir, sucede al confrontarlo consigo mismo, puesto que propicia un diálogo con las mismas estructuras con las que ha logrado legitimar su inmanencia y reintroduce así el potencial político en el quehacer artístico de la música clásica para liberarla de su propia carga ideológica y la marginalidad de su propia conceptualización.

El simulacro de la música clásica en la Unión Soviética

La relación entre la música y la política en Rusia se remonta a la cristianización de los terri­torios eslavos en el siglo X. El bautismo de Vladimiro I, Gran Príncipe de Kiev,  marcó no sólo alianzas políticas entre Rusia y Bizancio, sino el comienzo de la conformación del Estado ruso como tal dentro del  marco de una cultura religiosa cristiana. El vínculo entre Iglesia y Estado, y con ello el vínculo cultural entre música (religiosa) y política, se hizo evidente desde ese momento y permanecería así por nueve siglos hasta la llegada de la Revolución en 1917. La música de la Iglesia ortodoxa se convirtió en la principal actividad  legitima del pueblo, que renegaba a su vez, como toda región convertida, de las formas folklóricas paga­nas. Durante varios siglos, la música de influencia bizantina, legitimada no sólo por la Iglesia sino también por el Estado, se hibridó con el gusto musical eslavo.

      Después de la muerte del zar Boris Godunov en 1605, la breve pero significativa intervención polaca abrió las puertas de Rusia a la influencia musical de Europa occidental.  

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