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De Eva a María: modelos y anti-modelos de mujeres en la Edad Media
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Las brujas medievales, de idólatras a herejes

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  hombre al abismo del pecado. Tenía una voluntad débil, llena de vanidad y malicia y al verse perdida prefirió arrastrarlo, de modo que ella misma es tentación y portavoz de Satanás.1

     La tradición nunca es completamente clara al respecto, pero algunos autores mencionan también a Lilith, la primera mujer que Dios brindó a Adán como compañera y que tampoco resultó idónea, ya que era insumisa y desobediente, al grado de que fue repudiada por el primer hombre. Su carácter autosuficiente la llevó pronto a tener tratos con los espíritus rebeldes que habían abandonado la compañía de Dios.
     Estos dos últimos modelos son centrales en nuestra exposición, ya que de ellos se desprendieron los dos tipos de bruja presentes durante la Edad Media: las seguidoras de Lilith, que hacían pacto con el Demonio y se convertían en sus perversas amantes, y las seguidoras de Eva, dispuestas a utilizar las estratagemas sobrenaturales para conseguir sus objetivos. Las primeras ansiaban hacer el mal, y las segundas proveían filtros de amor, abortivos y diversos amuletos para atraer la buena fortuna.

La bruja en la Baja Edad Media
Aunque parezca obvio, la primera consideración que debemos hacer para abordar el tema es que “bruja” y “brujería” fueron términos aplicados por cristianos para referirse a realidades que, en principio, eran ajenas a ellos.
     Cuando el cristianismo se expandió en el original se usó el gerundio por que no se trata de un hecho acabado sino de un hecho que estaba en procesohacia el norte de Europa, fue mezclándose tanto con elementos latinos como con las tradiciones locales, en algunas ocasiones de forma armónica, en otras, hostil; a veces, de manera consciente y otras sin percatarse de ello.
     El proceso de evangelización no fue nada sencillo y encontró una fuerte oposición entre algunos de los grupos, por ejemplo, los normandos, los vikingos y, en general, los pueblos escandinavos, temibles guerreros ávidos de participar en el banquete de Odín. Habitantes de los bosques, rendían culto a Cernunnos, un dios cornudo que encarnaba la virilidad y la fertilidad, lo cual implicaba reuniones en los claros que terminaban —como los cultos dionisiacos— en desenfreno sexual. En estas religiones, las mujeres tenían un papel importante debido al conocimiento que tenían de las plantas y sus propiedades —curativas o dañinas—, y a su participación en los ritos de fertilidad.
     Cuando los encargados de llevar la fe cristiana se insertaron en estos grupos, no podían tener una actitud demasiado beligerante debido a su debilidad y extrema minoría, de modo que prefirieron aceptar la permanencia de los ritos más fuertes y arraigados siempre que no se opusieran, directamente, a la ortodoxia cristiana. Incluso en el siglo VI, el papa Gregorio Magno instruyó al clero para que transformara, en prácticas cristianas, los elementos de la antigua fe que no pudieran eliminarse.2
     Siguieron llevándose a cabo las reuniones en los bosques y las mujeres continuaron cumpliendo sus antiguas funciones, aun cuando ya habían aceptado la nueva religión y sin percibir contradicción alguna. Uno de los factores que debemos tomar en cuenta es que los misioneros se dirigían, prioritariamente, a las ciudades, mientras que las áreas rurales —mayoritarias en Escandinavia— recibían una catequesis más superficial. Fueron, precisamente, los habitantes de estas extensas tierras campestres quienes continuaron viviendo como lo habían hecho durante siglos, lo cual les había resultado muy efectivo al cambiar el “lo suficientemente efectiva” del original se le quita el carácter relativo en de hecho tuvo para satisfacer sus necesidades, tanto materiales como espirituales. Lo que quiero decir es que estas poblaciones, mayoritariamente analfabetas, tenían otro tipo de saberes que involucraban

 

 1 La mayoría de lo contenido en esta parte está fundamentada en Jacques Dalarun, “La mujer a ojos de los clérigos”, en Georges Duby y Michelle Perrot (dirs.), Historia de las mujeres. La Edad Media. La mujer en la familia y en la sociedad, passim, Taurus, Madrid, 1992.

2 Apud Frank Donovan, Historia de la brujería, Alianza, Madrid, 1978, p.79 e incluye la narración de un caso en el que un sacerdote dirigió, dentro de una iglesia, una danza de fertilidad en épocas tan tardías como 1282, acogiéndose a esta instrucción.

 
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