Literatura Mexicana y Sociedad | Examen |

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Del graphos al ethos

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ha existido en México, desde la primera mitad del siglo XX, con respecto a la producción y consumo de la ahora llamada narrativa gráfica, cuya nomenclatura ha pasado por términos como historieta, tira cómica, cartón, viñeta, cómic; más recientemente novela gráfica; y según su nacionalidad manga, fumetti o bandes dessinées. Existen actualmente acaloradas discusiones sobre la categorización y caracterización de cada una de estas formas de nombrar estos productos culturales: ¿Caben todos bajo el paraguas de la categoría “narrativa gráfica”? ¿En dónde radican sus diferencias? ¿Es el punto de venta, el tipo de edición, el precio, el público que lo consume o el uso consciente y deliberado del lenguaje visual lo que provoca que se caiga en una u otra categoría?

    Es curioso, también, cómo en esta tradición de producción y consumo en nuestro país, ha estado siempre presente una vena crítica y deliberadamente política en este tipo de textos. Títulos como Los Supermachos y, posteriormente, Los Agachados de Rius, en la década de los sesenta, fanzines y autoediciones críticas al gobierno y al statu quo que circulaban (y circulan) en el tianguis del Chopo desde la década de los ochenta, hasta llegar a las pequeñas editoriales contemporáneas que prefieren los tirajes reducidos frente a los monstruos comerciales de los grandes sellos editoriales son sólo algunos ejemplos

 

significativos de cómo estos relatos asumieron un lugar político. Todos ellos forman parte de la historia crítica de nuestro país, como narraciones liminales que dotaron y dotan de lugares alternativos de enunciación, asumiendo
el potencial político que se pone en juego en los procesos de representación.

   Habitamos un momento histórico en el cual la narrativa gráfica es protagonista. Por un lado, ya está legitimado su estudio desde la academia, al haberse abierto la inmutabilidad del canon literario. Por otro, su producción y consumo, tanto comercial o independiente, se ha colado en las estanterías y en la vida cultural de múltiples comunidades tan variadas y dispares como sus contenidos. En esta intersección, no sorprende que no sólo no se haya perdido su potencial político, sino que este se vaya consolidando cada vez más.

   Las líneas más interesantes, en este sentido manifiestamente contestatario, son aquellas que ofrecen a sus lectores testimonios de injusticias, episodios históricos o autobiografías, siendo quizás MAUS de Art Spiegelman un ejemplo emblemático de cómo poner a trabajar el lenguaje de la narrativa gráfica para la denuncia y la visibilización política. En México se ha trabajado intensamente este itinerario: la misma Ibero ha sido lugar de encuentro de mesas de narradores gráficos cuya obra representa y denuncia

 
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